El término low cost ha sido tradicionalmente denigrado, ya que se asociaba a una mala calidad y mal servicio por parte de una agencia o compañía aérea. De hecho, cuando estas empresas empezaron a promocionar sus productos hace unos años, muchas personas pensaban que se trataba de una broma, ya que era imposible que se dieran servicios de viaje a tan bajo coste, y que incluso podría ser peligroso.
Pero lo que en realidad se ha dado a conocer como concepto low cost no es viajes de bajo rendimiento o calidad, sino recorte de gastos superfluos, es decir, la mayoría de costes adicionales como el menú o el café que se servían antes en los vuelos, ahora se sustituyen por precios más ventajosos para el cliente. De hecho, se habla de un nuevo concepto, logical cost o coste lógico, más que de low cost. De esto se deduce que las compañías no es que trabajen ahora con precios muy bajos, sino que los que se manejaban antes eran excesivamente desorbitados.
Muchas de estas empresas por ejemplo han aprendido a negociar con gobiernos y autoridades locales de los destinos más solicitados, revolucionando el concepto de turismo que anteriormente se tenía. Cuando una compañía decide que una determinada ciudad será la elegida para realizar los viajes, toda la economía de la misma se transforma, a nivel de hoteles, restaurantes, transportes y comercios, con lo que supone una inyección de capital para la zona. Es por eso que las autoridades del municipio suelen dar muchas facilidades para que el negocio se de lugar. Asimismo, estas compañías no hacen transbordos ni rutas, por lo que no se manipula el equipaje, y así también se consigue que la tripulación duerma en sus hogares, con el pertinente ahorro en dietas y alojamiento.
Los aviones siempre están en el aire, nunca parados, por lo que las compañías no pierden dinero. Las tasas se abaratan y los tiempos de espera son menores. De igual forma, estas empresas suelen utilizar aeropuertos secundarios de grandes capitales o los de pequeñas poblaciones. Son muy característicos los ingresos alternativos por el pago de servicios, es decir, todo aquello que se considere un extra al vuelo en sí se paga aparte; con esto nos referimos a la facturación del equipaje, billetes de autobús, descuentos para hoteles, elección de asientos más amplios, cambios de fecha y lugar de salida, e incluso pago con tarjeta de crédito o débito. La tripulación también ha sufrido recortes, equiparándose sus sueldos a los de muchas otras profesiones (cuando antes se consideraban privilegiados). Los mismos empleados de cabina son los que realizan el check-in, facturación, embarque y la atención al público en la pista de aterrizaje. Por último, los aviones de estas empresas suelen tener todos las mismas características: son aparatos en régimen de leasing, que tienen una corta vida para que la flota no tenga averías y el consumo de queroseno sea el menor posible. Se trata de aviones de tamaño mediano (Airbus 320 o Boeing 737), y tienen una capacidad media de doscientos pasajeros. Así, estos modelos son conocidos por todos los pilotos, evitándose la formación complementaria y facilitándose la movilidad en caso que haya que sustituir a algún compañero.